(Parte 2 en el post con fecha 3 agosto 2011) Ver la Parte 2
El domingo 7 de junio, después de un sueño irregular, me di una ducha,
hice una foto a Ricardo estilo “depósito de cadáveres” y admiré el reciente
dragón tatuado de José Ángel en la espalda (imposible no pensar en el caballero
del zodiaco Shiryu).
Carlos, Alberto, Edu y Oscar
estaban en otra habitación: fuimos a buscarlos y decidimos nuestros próximos
pasos. Hubo que renunciar a la visita de algunos bares que pensamos nos
gustarían: por un lado el “Braveheart”, en Molins de Rei, donde elaboran
varias cervezas artesanales propias en un ambiente heavy y, por otro lado, el
club social de Loquillo en Barcelona, el “Lips – Biker Bar”. Apetecía mucho ver
el local con ambiente motero, ropa vintage rocker y escuchar buen rock’n’roll.
Mirando los horarios, resulta que el domingo cerraban a las 22:00, hora en la
que estaríamos disfrutando de la banda de los hermanos Young. Otro garito que
tenía buena pinta era el “Bharma”, ambientado en la serie “Perdidos” (incluso
con una maqueta enorme de un avión en su interior) y que también descartamos. Me
dio rabia, pero eran muchas cosas para solo dos días.
Lo primero del domingo fue
acercarnos a la
Sagrada Familia que pillaba cerca. Hay que reconocer que el
símbolo por excelencia de Cataluña lo tiene merecido: es original, lleno de
detalles y transgresor para su tiempo, rompiendo con la estructura e
iconografía clásica de las catedrales convencionales. Hicimos unas fotos,
admiramos la fachada, buscamos curiosidades artísticas y nos disponíamos a
hacer cola, cuando vimos… lo que costaba entrar: ¡once euros!, y luego nos
quejamos de los siete que piden en Toledo. De nuevo “la pela es la pela” volvió
a ser nuestra filosofía de vida y de viaje.
En un lateral de la obra
inacabada, nos fijamos que por una puerta se podía acceder sin entrada. Allá fuimos para comprobar que aquello conducía, nada más y nada menos, a
una misa en catalán. Supongo que si Dios existe, se podrá uno dirigir a él en
cualquier lengua, aunque quizá los radicales catalanistas no estén de acuerdo.
Huimos literalmente y no nos dio
tiempo a más, puesto que no madrugamos, así que nos sorprendió la hora de
comer. Hablamos con Xavi que había hecho planes por su cuenta y ya tenía sitio
pensado donde papear. Trabajaba por la tarde, así que no nos arriesgamos a
movernos mucho para disponer de horas suficientes para llegar a Montjuic. Le
sentó un poco mal que no quedáramos con él y con razón, ya que ni nos
despedimos, así que el lunes le llamé para dar las gracias y pedir
disculpas.
La siguiente parada fue el
puerto de Barcelona. Dimos una vuelta por el paseo marítimo y las terrazas. En
una de ellas tomamos unas cañas a precio de Vega Sicilia, incluso nos atrevimos
a preguntar el precio de una minúscula tapa con ocho o diez aceitunas. La
contestación “uno con sesenta euros” provocó la indignación de Carlos, la
incredulidad de varios de nosotros y el grito resignado de Ricardo exclamando
un “¡cuando vayáis a Madrid os vais a enterar!”...
Unos argentinos, que nos cedieron alguna silla que les sobraba, nos preguntaron si asistiríamos al concierto esa noche. Ante nuestra respuesta afirmativa, uno de ellos dijo:
Unos argentinos, que nos cedieron alguna silla que les sobraba, nos preguntaron si asistiríamos al concierto esa noche. Ante nuestra respuesta afirmativa, uno de ellos dijo:
-
Lo sabía, lo saqué por la camiseta
– señalando el logo de AC/DC en la de Jose Ángel.
Ante tal muestra de agudeza
mental y capacidad para la deducción lógica, quedé tremendamente sorprendido,
jejeje. Hay que tener en cuenta que ese fin de semana las tendencias en ropa
las marcaba el grupo de los hermanos Young.
Callejeamos un poco
alejándonos de la zona guiri para evitar más agujeros en el bolsillo y
encontramos un rincón diminuto pero con menús asequibles. Dimos otro paseo por
la zona playera, escuchamos los reclamos de un rara avis entonando un “güakaka”
y… ¡al estadio olímpico!.
Nuestra primera intención fue subir
a Montjuic a través del teleférico. Nos acercamos a la torre Sant Sebastiá que
estaba cerca de allí, pero tras llevar un buen rato haciendo cola y visto que
no cabía mucha gente en los ascensores, nos decantamos por ir en metro y a
pata.
Nos dividimos en dos grupos, puesto que algunos quisieron pasar antes por el hotel. En el metro conocí a un
tipo que venía directamente de ver a AC/DC en Madrid y parece que le
encantaron.
Nuestra subida a Montjuic, con
las fuentes y toda esa cantidad de escaleras, parecía que era navegar por ríos
caudalosos cuyas aguas estaban formadas por peces de todas las edades, cuyas
escamas oscuras tenían grabadas las imágenes de grupos diversos, desde Led
Zeppelin hasta Helloween. La peregrinación tenía visos de ser interminable: ¿cuánta gente cabe allí arriba?. Nos lo tomamos pues, con calma,
beneficiándonos de las escaleras mecánicas, observando las panorámicas según
ascendíamos y sacando fotos.
Al llegar a la cima, la fila
para entrar al estadio olímpico Lluís Companys me recordaba el anuncio del
“cuponazo de la ONCE”,
así que nos armamos de paciencia.
Continuará...