domingo, 22 de julio de 2012

A LA TERCERA… ¿VA LA DESPEDIDA? (Crónica de un concierto de AC/DC) Parte 3

(Escrito inicial: julio de 2009) (Parte 1 en el post con fecha 7 julio 2011)Ver la Parte 1
                                                         (Parte 2 en el post con fecha 3 agosto 2011) Ver la Parte 2

   El domingo 7 de junio, después de un sueño irregular, me di una ducha, hice una foto a Ricardo estilo “depósito de cadáveres” y admiré el reciente dragón tatuado de José Ángel en la espalda (imposible no pensar en el caballero del zodiaco Shiryu).
   Carlos, Alberto, Edu y Oscar estaban en otra habitación: fuimos a buscarlos y decidimos nuestros próximos pasos. Hubo que renunciar a la visita de algunos bares que pensamos nos gustarían: por un lado el “Braveheart”, en Molins de Rei, donde elaboran varias cervezas artesanales propias en un ambiente heavy y, por otro lado, el club social de Loquillo en Barcelona, el “Lips – Biker Bar”. Apetecía mucho ver el local con ambiente motero, ropa vintage rocker y escuchar buen rock’n’roll. Mirando los horarios, resulta que el domingo cerraban a las 22:00, hora en la que estaríamos disfrutando de la banda de los hermanos Young. Otro garito que tenía buena pinta era el “Bharma”, ambientado en la serie “Perdidos” (incluso con una maqueta enorme de un avión en su interior) y que también descartamos. Me dio rabia, pero eran muchas cosas para solo dos días.
   Lo primero del domingo fue acercarnos a la Sagrada Familia que pillaba cerca. Hay que reconocer que el símbolo por excelencia de Cataluña lo tiene merecido: es original, lleno de detalles y transgresor para su tiempo, rompiendo con la estructura e iconografía clásica de las catedrales convencionales. Hicimos unas fotos, admiramos la fachada, buscamos curiosidades artísticas y nos disponíamos a hacer cola, cuando vimos… lo que costaba entrar: ¡once euros!, y luego nos quejamos de los siete que piden en Toledo. De nuevo “la pela es la pela” volvió a ser nuestra filosofía de vida y de viaje.
   En un lateral de la obra inacabada, nos fijamos que por una puerta se podía acceder sin entrada. Allá fuimos para comprobar que aquello conducía, nada más y nada menos, a una misa en catalán. Supongo que si Dios existe, se podrá uno dirigir a él en cualquier lengua, aunque quizá los radicales catalanistas no estén de acuerdo.
   Huimos literalmente y no nos dio tiempo a más, puesto que no madrugamos, así que nos sorprendió la hora de comer. Hablamos con Xavi que había hecho planes por su cuenta y ya tenía sitio pensado donde papear. Trabajaba por la tarde, así que no nos arriesgamos a movernos mucho para disponer de horas suficientes para llegar a Montjuic. Le sentó un poco mal que no quedáramos con él y con razón, ya que ni nos despedimos, así que el lunes le llamé para dar las gracias y pedir disculpas.
   La siguiente parada fue el puerto de Barcelona. Dimos una vuelta por el paseo marítimo y las terrazas. En una de ellas tomamos unas cañas a precio de Vega Sicilia, incluso nos atrevimos a preguntar el precio de una minúscula tapa con ocho o diez aceitunas. La contestación “uno con sesenta euros” provocó la indignación de Carlos, la incredulidad de varios de nosotros y el grito resignado de Ricardo exclamando un “¡cuando vayáis a Madrid os vais a enterar!”...
  Unos argentinos, que nos cedieron alguna silla que les sobraba, nos preguntaron si asistiríamos al concierto esa noche. Ante nuestra respuesta afirmativa, uno de ellos dijo:
-          Lo sabía, lo saqué por la camiseta – señalando el logo de AC/DC en la de Jose Ángel.
   Ante tal muestra de agudeza mental y capacidad para la deducción lógica, quedé tremendamente sorprendido, jejeje. Hay que tener en cuenta que ese fin de semana las tendencias en ropa las marcaba el grupo de los hermanos Young.
   Callejeamos un poco alejándonos de la zona guiri para evitar más agujeros en el bolsillo y encontramos un rincón diminuto pero con menús asequibles. Dimos otro paseo por la zona playera, escuchamos los reclamos de un rara avis entonando un “güakaka” y… ¡al estadio olímpico!.
   Nuestra primera intención fue subir a Montjuic a través del teleférico. Nos acercamos a la torre Sant Sebastiá que estaba cerca de allí, pero tras llevar un buen rato haciendo cola y visto que no cabía mucha gente en los ascensores, nos decantamos por ir en metro y a pata.
   Nos dividimos en dos grupos, puesto que algunos quisieron pasar antes por el hotel. En el metro conocí a un tipo que venía directamente de ver a AC/DC en Madrid y parece que le encantaron.
   Nuestra subida a Montjuic, con las fuentes y toda esa cantidad de escaleras, parecía que era navegar por ríos caudalosos cuyas aguas estaban formadas por peces de todas las edades, cuyas escamas oscuras tenían grabadas las imágenes de grupos diversos, desde Led Zeppelin hasta Helloween. La peregrinación tenía visos de ser interminable: ¿cuánta gente cabe allí arriba?. Nos lo tomamos pues, con calma, beneficiándonos de las escaleras mecánicas, observando las panorámicas según ascendíamos y sacando fotos.
   Al llegar a la cima, la fila para entrar al estadio olímpico Lluís Companys me recordaba el anuncio del “cuponazo de la ONCE”, así que nos armamos de paciencia.
   Continuará...

domingo, 15 de julio de 2012

LOS DIARIOS DEL DIABLO. M. J. Weeks


Autor: M. J. Weeks
Editorial: Cúpula. Scyla Editores
Año: 2010
Valoración: 5/10
Temática: Humor / Histórica



   Lucifer, Leviatán, Belcebú, Mefistófeles, Belial, Astaroth... Siempre me han atraído las historias de libros malditos y prohibidos, escritos por seres misteriosos, incluso por el mismísimo Diablo: como el “De Umbrarum Regni Novel Portis”, el Libro de las Nueve Puertas del Reino de las Sombras, de Aristide Torchia, mencionado en “El Club Dumas” (Arturo Pérez Reverte).
   Pues bien, “Los Diarios del Diablo” me atrapó nada más verlo por su estética, ya que tiene un formato antiguo, desgastado y ennegrecido, como rescatado del fuego purificador. Abundan los dibujos e imágenes utilizados en los códices antiguos, además de variada simbología, esoterismo y cábala.
   El autor M. J. Weeks se hace pasar por recopilador de los diarios de Satán, que durante la historia de la humanidad ha ido redactando, centrándose en los momentos más interesantes desde la Creación.
   Es evidente que todo se plasma desde un punto de vista humorístico. La idea no está mal y tiene un comienzo prometedor con frases como “Día 1, mes 1, año 0: El Sr. gran D ha decidido poner en marcha la Creación. Ha empezado a primera hora y ha creado la luz. Yo he creado la oscuridad, pero después he tenido que parar porque no se veía una mierda”. Por desgracia, más adelante se hace cansino y previsible, ya que el supuesto Diablo pierde frescura al repetir la fórmula de hablar siempre de algún personaje como Vlad, Atila, Torquemada, Al Capone o George W. Bush que, cual vasallos, siguen sus indicaciones o le dan ideas para cometer maldades en el planeta. Al final, los capítulos se hacen aburridos, repetitivos y las bromas pierden su gracia.
   El libro destaca situaciones históricas que el lector debe saber para entender los chistes, aunque la mayoría son sobradamente conocidas, a pesar de que se centra en los Estados Unidos de América a la hora de hablar de acontecimientos modernos.
   Hubiera puesto una nota más baja de no ser por la excelente presentación que ya he mencionado, con encuadernación cosida, tapa dura, bordes dorados, y grabados y fotos muy adecuadas para situar la atención de quien lee.
   Como detalle original y gracioso me quedo, sin duda alguna, con el contrato para vender el alma que aparece al principio de la obra: en formato pergamino se reflejan en él las claúsulas de disfrute, centradas en los pecados capitales, que gozará aquel que se atreva a ceder su alma al Diablo “a perpetuidad o por toda la eternidad, lo que más dure”. A pie de página se puede ver un espacio para la firma y un inquietante “gota de sangre, aquí...”.