Querida Toledo:
Doy forma a estas
líneas y uso tratamiento en femenino, pues de tener sexo, fuiste concebida
mujer. Mujer por tu belleza, por tu inusitado halo de misterio, por la magia
que irradias, que enamora incluso al que disfruta de ti por primera vez.
Permite que tome la
confianza de tutearte, pues son ya treinta años paseando por tus calles,
llevando mi vida por tus cauces y transformando mi existencia en una labor más,
dentro de la comunidad de hormigas que pueblan tus calles.
No te siento como
madre, pues no fuiste lo primero que mis ojos vislumbraron, pero sí te
considero maestra, compañera y hoy... amante.
Pinchar en la foto para ampliar
Cívitas antaño
asediada, receptora de maltrato, expolio y acoso. Tuviste tantos enemigos y
centinelas como razas, culturas o religiones. Hubo quien te enseñó con dolor,
no respetando tu físico. ¡Condene Dios a todos los desleales a sufrir en el
ostracismo!. Otros te amaron sin lugar a dudas, sin petición de reciprocidad,
incluso dando su vida por ti y tallando como recuerdo una peña.
Hoy gozas de
libertad, pero vigilada y compartida con miles de almas. Si todos te amaran
como yo, nunca volverías a sentir miedo, a ser quemada, a sangrar por tus muros
y rocas, a teñir de desconsuelo el río Tajo, a ser mutilada... Solo pensar en
tus encantos, generosos y diversos, hacen que tiemble por miedo a una pérdida.
Los siglos te sientan bien, así lo demuestran puentes, iglesias, sinagogas,
puertas de acceso, mezquitas y un sinfín de atractivos que atesoras.
Tus murallas, sostén
de tu belleza interna, durante siglos inexpugnables, protectoras de tu hermoso
interior, nos abrazan acogedoras. Las callejas del casco antiguo forman un
laberinto de venas y arterias por las que fluimos sus habitantes, transportando
vida, sensaciones, sabedoras de un amor que compartes con nosotros y que hace
aflorar el anhelo al estar lejos, en el exterior de tu blindaje.
Mis pies han estado
más tiempo posados sobre ti que en ningún otro rincón. Mis suelas se prolongan
hasta fundirse con el desigual adoquín que conforma tu epidermis.
Pinchar en la foto para ampliar
Ocupas todos los
recovecos de mi corazón y, por ello, me engañan los sentidos y me hacen creer que
alguna vez fui rey. Sí, de un reino que te tiene por capital, y oigo cómo nos
gritan “¡larga vida!”, algo que no sé si cumpliré. Tu ya lo has hecho: siglos
forjan tus raíces y el presente constata tu inmortalidad. Y gobernante, como
sueño ser, te conquisto honrando tus pieles, tus sabores y rincones, nunca por
la fuerza de las armas.
Sé que si blandiera mi
espada contra ti, quebraría y jamás podría volver a forjarse, como en leyendas
y cuentos donde nos confunden. Yo te administraría con justicia, saciando tus
deseos, empezando por abolir el ejercicio del derecho de pernada.
Creo, de todos modos,
que aunque te amaría como nadie, al terminar mi reinado por egoísmo o por
sufrir destierro, ningún caballero gritaría “¡yo soy Espartaco!”, pues no puedo
quererte solo para mí y evitar compartirte.
Por eso, prefiero
seguir demostrando mi amor como súbdito, más que como monarca y escribir
cantares de gesta o ínfimas misivas para devolver, en acto correlativo, un poco
de lo que me has otorgado durante tantos años de noviazgo.
Gracias por amparar
en tu regazo a un foráneo.
(Escrito inicial: 2007. Basado en el poema "Súbdito y Amante")
Fotografías obra de Gabriel Moreno Gardeñas ©
(Escrito inicial: 2007. Basado en el poema "Súbdito y Amante")
Fotografías obra de Gabriel Moreno Gardeñas ©