lunes, 16 de febrero de 2015

REC & PLAY: 3, 2, 1… ¡SILENCIO!, SE GRABA:

   El día 24 de enero viví una de esas situaciones poco usuales que, por lo enriquecedora y placentera, quisiera compartir en este relato.

   
La mañana se desperezaba con una calificación escolar de “muy deficiente”. Me explico: a cero grados. Los sábados aprovecho para alargar el sueño hasta darme un buen homenaje como recompensa por la dura semana superada y por haber trasnochado el viernes con el avituallamiento cervecero de rigor. Pero este día había que liberarse de la atadura de las sábanas para acudir al Estudio Magnético, donde grabaría con mi banda un par de canciones que llevamos tiempo deseando dejar registradas para el porvenir (o para quién se atreva a oírlas). ¿Por qué solo dos temas?. Pues para sacudirnos las telarañas, hacer algo más profesional que ensayar en el local y para evaluar la experiencia. Si la mezcla y producción final nos deja satisfechos, continuaremos esculpiendo en digital el resto del repertorio. 
   
   Preparé una mochila a prueba de imprevistos: una botella de agua, barritas energéticas para el “hamaiketako” o almuerzo, un recambio de cuerdas para la guitarra, afinador y algunas cosas frikis para la posteridad. Quise elegir a conciencia las púas que iba a usar en la grabación, para otorgarlas un valor especial y así, dentro de unos años, que posean una parte del recuerdo de este día. Las escogidas fueron: la púa blanca que compré en el Hard Rock Casino de Las Vegas y otra negra a estrenar, que aparecía como regalo en el dvd “Let There Be Rock” de AC/DC, reeditado hace pocos años. Para mayor frikismo, mi intención es no volver a usarlas más y aumentar su valía en mi biografía personal.

   También seleccioné con esmero la música a escuchar en el coche mientras me desplazaba al lugar acordado. La banda sonora del fin de semana debía estar a la altura. Por ello, un compendio entre Whitesnake “1987”, Mötley Crüe “Dr. Feelgood” y Mr. Big “Bump Ahead”, sirvieron como atrezzo a la aventura. Al llegar al polígono industrial toledano, comprobé que los rockeros no tenemos fama de madrugar, más bien somos trasnochadores. Un sábado a las 10:00 horas apenas se veían coches aparcados a la entrada de la calle Jarama. Por cierto, el corrector de office me dice que en vez de “rockeros”, hay que subsanar poniendo “rocieros”. Curioso. Haré caso omiso a tal recomendación.
 

   Tras estudiar diferentes opciones, incluso la de marcharnos a Madrid, elegimos Estudio Magnético por diversas razones. En primer lugar, porque varios componentes del grupo conocían a sus estandartes, Jesús Pavón y Alberto Majano; venían avalados por sobradas referencias y habían ofrecido un servicio calidad-precio muy razonable. En segundo lugar, porque las instalaciones están prácticamente en el mismo pasillo que el local de ensayo donde nos dejamos las fibras auditivas todos los fines de semana. Por último, la fábrica de cerveza artesanal Domus está al cruzar la calle y eso siempre es importante por si nos aísla una nevada, se produce una invasión zombie o nuestras novias nos dicen que ya no volvamos a cenar a casa.  
   

   Mientras entrábamos en calor, arremolinados bajo el climatizador, comenzamos la mudanza a las zonas habilitadas para la grabación. Como es lógico, la batería sería el instrumento más complejo de trasladar y sonorizar. Se llevó el primer puesto, con once o doce micrófonos para ella sola. En un pequeño habitáculo se situaría el ampli para el bajo, aunque podría ejecutarse desde la sala principal donde estaba la batería. Las guitarras quedaban relegadas a otro cuarto desde el que podíamos ver a nuestros compañeros, pero que adolecía de bomba de calor, lo que hizo que en algunos momentos nuestras manos gritaran de frío al tocar las canciones. 

  Hizo falta toda la mañana para sonorizar y microfonear los instrumentos, dejar a punto los equipos, buscar el sonido adecuado y demás prácticas tediosas pero imprescindibles, así que cuando todo estaba en orden, nos asaltó la hora de comer.

   La tarde se pasó volada casi sin percatarnos. Creamos varias pistas de cada composición, grabando al unísono, pero separados por las cabinas. Por suerte, desde mi posición, podía ver al resto de miembros y así era más fácil la ejecución al tener referencias parecidas a las del local de ensayo. A través de los auriculares podía pedir lo que necesitara escuchar: batería, bajo, guitarras a mayor o menor volumen, un poco de claqueta, etc. Jesús y Alberto te atienden cordialmente, se toman su tiempo para colocar todo, buscan la sonoridad apropiada y te hacen sentir muy cómodo, hasta tal punto que yo ni me acordaba de que estaban allí y pude plasmar las canciones como si no fuéramos observados por nadie. Es inevitable que surjan fallos y no todas las tomas quedaron perfectas, por lo que se registraron varias pistas de cada instrumento para poder seleccionar las mejores interpretaciones (¡o las menos malas!).
   

   La mañana del domingo se dispuso para regrabar las guitarras con diferente configuración en los amplificadores, y para tomas con arreglos y detalles. El primer tema, “Who Knows”, lo disfruté como un Eddie Van Halen en su salsa, sonriendo, a sabiendas de que este experimento único llegaba a su fin. El segundo, (“Físicas Ridículas”) sin embargo, lo ejecuté con inseguridad y con las manos muy agarrotadas. A pesar de que hacía mejor climatología en la calle, tenía mucho más frío que el día anterior, ya que la insonorización de la sala de las guitarras impedía también el paso del aire caliente del climatizador del cuarto principal. Si, lo sé, no parezco de Burgos.   

   No ahorramos munición en el carrete de las fotos a pesar de tallar los dos días en nuestra memoria y regresé a casa con una sonrisa en la cara y las púas desgastadas (es lo que tiene comprar souvenirs). Ahora solo queda esperar los primeros resultados de la mezcla y edición, que ya espero con ansia.

   En esta historia falta hablar del estilo que practicamos, de los miembros del grupo, o del nombre, pero es que discutimos tanto y tenemos gustos tan dispares que aún no nos hemos puesto de acuerdo en estos términos. A este paso promocionaremos las canciones por internet bajo la denominación de “Anónimo”, como “El Lazarillo de Tormes”. Ahora que lo pienso… Anónimo es un nombre curioso para una banda. ¿Ya existe?.  
   

   No puedo ni quiero olvidarme de la gran ausente en esta vivencia: nuestra vocalista Vicky. Por desgracia tuvimos que posponer la grabación de las voces y coros, ya que su madre ha fallecido tras una dura enfermedad. Quiero dedicarle a ella, a Rober y Elisa este pequeño artículo, con mucho afecto, para que puedan recuperarse de este penoso trance. Un abrazo muy fuerte.

   Fotografías obra de Gabriel Moreno ©

   Para Vicky