jueves, 4 de septiembre de 2014

SER SUMO HACEDOR. Parte 3


   En esta última reseña me centraré en la presentación de mi primera cerveza artesanal y no aburriré con detalles técnicos, por lo que obviaré la explicación de la fórmula para calcular la graduación alcohólica (usando la densidad original y final) o las variaciones aplicadas a las remesas 3 y 4. Solo advertiré que las Koldo Mikel Sputnik I y II tienen 3,9 grados de alcohol y 3 meses de fermentación (edición graduado escolar); por otro lado, las Koldo Mikel Sputnik III y IV tienen 5,4 grados de alcohol y 2 meses de fermentación (edición parvulario).


 















   Quedaban atrás las dificultades para preparar las cuatro muestras experimentales. Por suerte, uno de los posibles incidentes que no sucedió, fue la explosión de alguna botella mientras transcurría la última fermentación. El grosor de los vidrios elegidos fue el adecuado.  A pesar de ello, quise gastar una broma a los llamados a la cata e hice cundir el pánico al mandar un falso “guasap” avisando de las detonaciones acaecidas en mi garaje. Nadie lo creyó, hasta que mi novia se sumó a la tragedia indicando su malestar por ver todo el suelo lleno de residuos, dando más importancia al hecho de fregar que a la terrible pérdida de sabrosa cerveza. Esto bastó para dar credibilidad a la farsa.
   También fue muy divertido diseñar las etiquetas. Para la Koldo Mikel I y III, di protagonismo a la imagen de las guitarras cruzadas que tengo en las rejas de entrada a mi domicilio. La IV tiene un planteamiento más sobrio y simplista, y la número II es quizá la más difícil de beber, ya que siempre nos enseñaron desde niños a no probar nada que tuviera una calavera como advertencia. Crear, recortar y pegar las etiquetas en los envases fue el último paso y uno de los más gratificantes al ver el digno resultado obtenido.   


 



















   Era evidente que una de las cosas que más me preocupaba era la salud de los asistentes. Por ello, una semana antes de la fecha acordada para el magno evento, me arriesgué a paladear dos ejemplares para comprobar si eran salubres. Estaban potables y no me causaron ningún efecto secundario, ni ese día, ni posteriores. Aún así, por si acaso, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid y para evitar futuros males, todo participante debió firmar obligatoriamente un “contrato de exención de responsabilidad”, en el que destacaban cláusulas como las que siguen:
 "1.- Que participo en esta cata por voluntad propia, sin estar sometido a coacción, chantaje, ni por favores sexuales.
2.- Que eximo de cualquier responsabilidad a Bodegas Koldo Mikel y a su maestro artesano frente a posibles problemas digestivos, gástricos, intestinales, psicológicos, dérmicos, eréctiles o cualquier adicción o trauma presuntamente causados por la ingesta de la cerveza objeto de este evento.
3.- Que la resaca, el vómito o la incontinencia urinaria son síntomas comunes de la toma de cerveza, no achacables por tanto a Koldo Mikel Beer” 


 



















  Llegó el día esperado: el 18 de mayo de 2013 los atrevidos y osados amigos, que quisieron someterse voluntariamente a la prueba, quedamos para hacer barbacoa y degustación. Durante las compras previas, descubrimos en un supermercado que ya existe una birra llamada Sputnik y que lleva vodka. Menos mal que el nombre lo he utilizado sólo como prueba y no es, en absoluto, el definitivo, aunque una simple búsqueda por internet me habría llevado hasta la empresa que se me ha adelantado.
   La cata fue un éxito, no por la rubia protagonista, de la que resaltaré muchos defectos, sino por la comida, el sol (que puso en peligro la celebración del certamen por sus dudas para asistir) y por la maravillosa concurrencia que cedió su hígado a causa tan merecida.



   No importó que algunas muestras estuvieran gasificadas en exceso, o que otras resultaran algo ácidas. Tampoco molestaron los posos y sedimentos que se depositaban en el fondo, ni el olor variable de unas Koldo Mikel a otras. Bastaba con que tuvieran un sabor distinto, a cereal muy acentuado, que su espuma fuera densísima y muy duradera, y que el color dorado ambarino nos hipnotizara.
   Leí en alguna web que las cervezas artesanas, al no añadirlas gas industrial y dejar que el azúcar produzca los vapores necesarios en la fermentación en botella, no dejan resaca. Confirmaré que esto es cierto, a pesar de los litros disfrutados. Con una compañía tan notable y florida, es imposible que algo siente mal.