miércoles, 6 de agosto de 2014

ME DROGO MÁS CON 40 QUE CON 20

   (Fecha original de la disertación, febrero de 2014)

   Antes de comenzar mi artículo, quería matizar que aún estoy en la treintena: treinta y ocho noviembres, para más datos, por lo que me quedan casi dos añitos para pertenecer a la banda de Alí Babá. Tras este apunte significante, que solo me aporta falsa juventud perdida, tengo que reconocer que soy drogodependiente. Así es, sin medicamentos no podría seguir en mi puesto laboral.
   Trabajo en un sector muy duro e inhumano: el de los seguros, donde no existe la tranquilidad, los buenos modales, ni el tiempo tal y como lo conocemos desde que adoptáramos el calendario gregoriano. Si a esto le unimos el continuo estrés, las horas de oficio interminables que ocupan todo el día (incluyendo fines de semana) y los desplazamientos a diario de ida y vuelta a Madrid, entenderá el lector por qué tengo que sobrevivir con drogas.
   La tensión por las constantes llamadas telefónicas y la rapidez en el uso del ratón, teclado y ordenador, hacen que mi cuerpo siempre esté rígido y saturado. Padezco fuertes dolores de espalda; tengo contracturas en el cuello y hombros; he soportado durante meses el síndrome del codo de tenista y las tendiditis son muy comunes en los brazos, sin olvidar las fastidiosas lumbalgias que me azotan por la presión y persistente postura sedentaria. Las pomadas anti-inflamatorias como Voltaren o Bexidermil calman las zonas afectadas y recurro a ellas al levantarme y acostarme. Cuando el dolor se hace muy intenso no me queda más remedio que tomar Valium, ya que el Myolestan ha sido retirado del mercado hace poco. La verdad es que no me extraña, porque sus efectos eran narcóticos a más no poder.
   A pesar de haberme hecho las pruebas de la alergia con resultado negativo, cada tres meses más o menos, sufro un episodio que me hace lagrimar y moquear, como en las alergias estacionarias, aunque solo me dura un día. Como los médicos no pueden confirmarme el origen, lo achacan a lo típico: el estrés. Para ello, uso un espray nasal llamado Avamys y la pastilla Azomyr 5, que omiten los síntomas.
   Los resultados de unos análisis recientes revelan que estoy falto de calcio. El doctor me pregunta si me da poco el sol y la sonrisa salta a mis labios cuando le cuento que, tras diez u once horas diarias metido en una galera, sin ventanas, apaleando sardinas, se me está olvidando lo que es el astro rey. Incluso empiezo a tener cierto rechazo vampírico a su impacto en mis sensibles ojos. Así que me han tenido que recetar Hydroferol cada dos semanas, acompañando a la leche del desayuno.
   Para los martilleos de cabeza son imprescindibles el Ibuprofeno, Paracetamol o incluso el Enantium, que es menos agresivo para el estómago, aunque este órgano es de los pocos que me funcionan con resistencia y eficacia, pese a los excesos.
   Para colmo de todos estos males, las dificultades para dormir me han hecho tomar la decisión de empezar a degustar pastillas como el Lexatin o el Stilnox. Aunque me acostara a las 11:00 de la noche, los nervios me impedían conciliar el sueño y estaba dando vueltas hasta la una de la madrugada. Después, alrededor de las cinco, ya estaba otra vez avizor, con los ojos como un búho. ¿Funciona el remedio?... dudo la respuesta. Ahora duermo, pero me levanto hecho un escombro y muy cansado, así que no sé qué es peor.


Portada del grupo Atlas "Contra Viento y Marea" (2010)

   Aun con todo, puedo asegurar que cumplo con creces en mi puesto y todas estas mermas no me impiden sacar adelante la tremenda carga de trabajo que soporto, cual Atlas (disculpen la falta de modestia).
   Quejarse de que uno no tiene sustento y cuya economía es mísera, es lícito y un auténtico drama, pero cuando te matas a currar, hipotecas tu salud y los beneficios son nimios, también es muy triste. Al menos esta pataleta me ha servido de desahogo y de acto de solidaridad con tantos amigos que lo están pasando peor que yo. Ellos me apuntalan para evitar mi demolición, aunque no tengan fuerzas para sí mismos.
   Así que aquella famosa frase sobre la vida de las estrellas del Rock que decía “vive rápido, muere joven y deja un bello cadáver” podría aplicarse a esta historia como “sufre lento, no disfrutes la vida y dejarás un decadente despojo incluso antes de estar muerto”. Por ello, sé que tengo que librar las cadenas que me atan a la rueda de molino de Conan y aventurarme en otra búsqueda. "Lo que no te mata te hace más fuerte" (Nietzsche dixit) y como la mente se rinde antes que el cuerpo (y es más débil), no pienso claudicar hasta que el saco de piel y huesos con el que me abrigo a diario aguante… Lo malo es que aguanta mucho el muy cabrón.