Autores: Margaret Weis y Tracy Hickman
Editorial: Altaya
Año: 1994
Valoración: 8,5/10
Temática: Épica /
Fantástica
“El Umbral del Poder” es el
tercer libro de la segunda trilogía de la famosa saga Dragonlance.
Estando en el instituto disfruté de la primera, llamada Crónicas, que consta de
“El Retorno de los Dragones”, “La
Tumba de Huma” y “La
Reina de la
Oscuridad ”. Si ya me gustó entonces, al releerla hace
pocos años, confirmé que continuaban siendo historias apasionantes y emotivas.
Es absurdo negar el valor de “El Señor de los Anillos” en la literatura
fantástica mundial, pero creo que no exagero al afirmar, que las obras de
Dragonlance escritas por Weis y Hickman están, por lo menos, a la altura del
gran Tolkien. Eso sí, los segundos lo tenían más fácil ya que los
relatos a describir podían desarrollarlos sobre un mundo y unos personajes ya
inventados por el primero.
En mi modesta opinión, estos
autores, poseen múltiples recursos, no se pierden en innumerables descripciones
de paisajes, estancias o atuendos, (salvo lo indispensable y nunca generando momentos
tediosos); hacen que sus protagonistas sean creíbles, heroes o villanos, con
sus defectos, miedos, valores y virtudes; y envuelven las historias en un halo
tenebroso, palpitante, pero siempre repleto de amor, enorme protagonista, ya
sea entre amigos, hermanos o parejas, pero sin que resulte ñoño o cursi,
alcanzando momentos épicos en los triunfos y dramáticos en las derrotas. Todo
esto lo consiguen a pesar de utilizar sujetos estereotipados y tópicos de esta
temática, como son el enano, el mago, el guerrero, etc. Las primeras lecturas
nos traerán a la mente, sin remisión, los juegos de rol y “Dragones y Mazmorras”.
Con esta segunda trilogía,
las “Leyendas de la
Dragonlance ”, y con “El Umbral del Poder” termina la historia
que se inició en “El Retorno de los Dragones”. Los primeros tres ejemplares me
gustaron más, sobretodo por la variedad de individuos, razas, territorios, etc.
En las Leyendas, la eterna lucha entre el bien y el mal, la luz y la oscuridad,
se centra en dos de los protagonistas más interesantes de la saga: los hermanos
Caramon y Raistlin Majere. El primero es el típico guerrero fuerte, musculoso,
con poco cerebro, bonachón y terrenal. Una especie de Conan amigable, leal y
“buena-gente”. El segundo es la antítesis: el mago enjuto, enfermo, decrépito,
frágil, maligno y con ansias de poder y destrucción para vengarse de un mundo
que le desprecia. Una mirada a sus ojos, con forma de relojes de arena, nos
hará entender la visión personal que tiene de un mundo que agoniza, que va
muriendo poco o poco y en el que toda criatura se descompone un poco más, con
cada minuto que transcurre.
En “El Templo de Istar” y “La Guerra de los Enanos”
(libros 1 y 2 de esta segunda trilogía), podemos echar en falta a personajes
de las Crónicas, pero el último volúmen recupera a muchos de ellos para relatar
el final de la guerra de la lanza. Al igual que en “El Señor de los Anillos”
todo termina de manera bastante abrupta. La confrontación entre dioses,
dragones, elfos, hechiceros, enanos, trolls, etc., dependerá de un solo individuo
y con él acabará o dará comienzo el reino de las tinieblas.
No voy a desvelar nada de la
trama ni del desenlace, puesto que en este comentario del blog quiero recomendar
encarecidamente no solo este ejemplar, sino los cinco anteriores. La fama que
ha adquirido la saga Dragonlance en todo el mundo es bastante merecida y a
estas alturas creo que supera los cien volúmenes, ya que ha dado pie a secuelas
y continuaciones, tanto de sujetos principales, como de secundarios o
figurantes sin importancia. Para asimilación correcta y mejor comprensión, es
necesario leerlos en orden, puesto que si comenzamos por un libro al azar, perderemos
parte del hilo conductor y los nombres, reinos, razas, se nos antojarán más
difíciles de aprender y entender.
En los últimos tiempos, se
asocia la literatura fantástica al mundo infantil o a los adultos más “frikis”,
pero os aseguro que las obras de Weis y Hickman están escritas con mimo, originalidad
(algo difícil en este género) y tienen una calidad literaria indiscutible, no
apropiada para críos. Si no me creéis, pongo como ejemplo un fragmento de “El
Umbral del Poder” y que sea el propio libro el que hable por sí mismo:
“Tenía la faz blanquecina,
cadavérica. La piel formaba una película tirante sobre los huesos, ribeteaba
los labios el matiz violáceo de la muerte y, cuando su oponente abrió la boca
en un feroz gruñido, Crysania se enfrentó a sendas ristras de colmillos negros
y putrefactos. Sedienta de sangre, aquella criatura engendrada por artes
diabólicas extendió hacia la mujer sus garras retráctiles y sus uñas le arañaron
la carne de tal manera que, cual si de una mordedura de ofidio se tratase, un
agudo y paralizante dolor se difundió a través de sus venas. Jadeando, hubo de
soltar al demonio. Éste, ensanchando su rostro en una perversa mueca de placer,
reanudó su tarea de torturar al infeliz postrado”.