domingo, 5 de octubre de 2014

A LA TERCERA… ¿VA LA DESPEDIDA? (Crónica de un concierto de AC/DC) Parte 6

(Escrito inicial: julio de 2009) (Parte 1 en el post con fecha 7 julio 2011)Ver la Parte 1
                                                        (Parte 2 en el post con fecha 3 agosto 2011) Ver la Parte 2
                                                        (Parte 3 en el post con fecha 22 julio 2012) Ver la Parte 3
                                                        (Parte 4 en el post con fecha 17 abril 2013) Ver la Parte 4
                                                        (Parte 5 en el post con fecha 2 marzo 2014) Ver la Parte 5

   “Let There Be Rock” sí fue ejecutada como debía, y eso que es cañerísima, pero ya era difícil quitarme esa sensación de desencanto que tenía en el cuerpo. Por las pantallas se hacía un repaso en imágenes a la discografía del grupo mientras Angus aparecía por “sorpresa” en la plataforma elevadora que teníamos a la izquierda. Allí estuvo un buen rato “improvisando” lo de siempre. Aquello que en su momento me impresionaba, hoy resalta por sus carencias, pero la multitud disfrutaba a lo grande sin analizar los rasgueos típicos, las convulsiones y los espasmos en el suelo. Quizá debería haberme tomado el espectáculo menos en serio, sin comparar la banda con giras anteriores y teniendo más en cuenta su edad. De todos modos, la entrega de este hombrecillo en cada concierto es de admirar porque sigue andando el camino de Santiago en cada show, sin darse un respiro en las dos horas que dura la descarga. Privado de su camisa, inclinado cual cheposo sobre su guitarra, con una calvicie más que incipiente y con los pelos lacios y sudorosos cayendo sobre su cara, José Ángel se percató del tremendo parecido de Angus con el Gollum de Tolkien, lo que suscitó alegres carcajadas, pero no sonoras por falta de vatios en nuestras gargantas.


     Acabó el solo con lluvia de papeles y confetis. Qué pena que no fueran billetes de “Moneytalks”.
   Se despidieron para volver poco tiempo después, con un Brian uniformado con la camiseta del Fútbol Club Barcelona y para darnos unos bises realmente cortos: sólo dos canciones, “Highway to Hell” y “For Those About to Rock”, cuyos cañonazos ponían punto y final a un show espectacular. Visto lo visto, sabía que no ejecutarían el final acelerado del Monsters of Rock de Donington de su disco "Live", pero los disparos y fuegos artificiales crearon un fin de fiesta por todo lo alto.
   Reconozco que me invadía una sensación de decepción enorme: la edad de los miembros, giras anteriores, el repertorio con mínimos cambios, los temas ralentizados, pesaban demasiado a la hora de formarme una opinión objetiva del evento. Parece que los demás estaban bastante satisfechos, pero había unanimidad en lo de que “los años no pasan en balde”. Aun así, fuera del recinto escuché varias veces lo de “están en forma a pesar de la edad”.


   Las dos horas de espectáculo fueron previsibles hasta en el último detalle, pero no por eso dejé de saborear su contenido. Pasa como con las buenas cervezas, que no sorprenden a tu paladar y por eso las bebes, porque sabes lo que te vas a encontrar.
   Compramos unos bocadillos para mitigar la gusa y los devoramos sentados en la grada mientras veíamos como fluían los ríos de seres cornudos a través de las salidas. Un auténtico ejército de mujeres de la limpieza comenzaba la afanosa labor de hacer desaparecer el mar de plástico que se vislumbraba en el foso, ya casi desierto.


   El éxodo de Montjuic fue lento y tedioso, pero lo fue mucho más la búsqueda de un lugar donde poder beber y comer algo. Caminamos de un lado a otro, probando suerte en muchos garitos que nos daban con la puerta en las narices y, como nosotros, muchos más rockeros que no entendían cómo un domingo, a pesar de la hora, los hosteleros no habían previsto que miles de personas estarían tras el concierto deseosas de consumir. La salvación fue una pequeña tienda-supermercado de las de “24 horas” que se llenó de heavies para hacer acopio de agua, refrescos, bollos, chuches, etc.



   Tras saciar nuestros instintos más básicos y pasito a pasito, seguimos hacia el hotel. Labor igual de complicada era encontrar un bar donde tomar unas jarras y escuchar buena música, pero preguntando por aquí y por allá, y siguiendo a algunos rockeros despistados, llegamos al “Valhalla” (en la calle Tallers 68, al lado de la Plaza de Cataluña) es decir, muy cerca de  nuestro hotel. El lugar estaba bastante chulo y era muy grande, aunque a esas horas estaba repleto. Pudimos sentarnos y pedir varias jarras de cerveza. Nos situamos al fondo del local, junto a una pantalla donde proyectaban, cómo no, videos de AC/DC. Permanecimos hasta que cerraron el bar, sobre las cuatro de la mañana. Al salir me fijé en la cara de un chico que me sonaba bastante y, tras avisar a Ricardo y Jose Ángel, resultó que era un amigo de Bilbao de Borja (hermano de este último). Casualidades de la vida.

   Continuará... y terminará. Ver Parte 7