jueves, 28 de febrero de 2019

Discos Tan Buenos Que, Cuando Llegas a la ISLA DESIERTA, Ya Están Allí. Parte 2


  Sección en la que retoco-utilizo la famosa pregunta (cuyo enunciado decía aquello de "¿,qué te llevarías a una isla desierta?"), para hablar de algunos discos tan esenciales, que serían imprescindibles para sobrevivir en la soledad de una ínsula, aunque al llegar allí, seguro descubriríamos que ya se los habría llevado algún inquilino anterior:


ILEGALES: Agotados de Esperar el Fin

Año: 1984
Género: Rock


   Ilegales es una banda que me persiguió siempre, sin llegar a empaparme de ella hasta muy tarde. Me explico: conocía desde los 80 sus temas más radiados como “Soy un Macarra”, “Hola Mamoncete” o “Tiempos Nuevos, Tiempos Salvajes”, pero no tenía discos completos, ni sabía de nadie que me los prestara… y veía impaciente aquellas portadas en la revista DiscoPlay pensando en cuándo los pillaría.
   A finales de los 90 y con la llegada de internet, empecé a descargarme su catálogo, a devorarlo y a quedar prendado, para más adelante comprarme hasta el último de sus magníficos trabajos.
   Este álbum está al mismo nivel que el primero y tercero pero, por algún motivo, me parece más completo que los demás. Comienza más suave de lo que uno espera, con sonidos marinos, para dar paso a un medio tiempo llamado “África Paga”, cuyo precioso estribillo reza así: “Iremos juntos, dispararemos, todo es mejor que quedarse a mirar”. “Agotados… ” es pegadizo, con guitarras machaconas y se te graba con facilidad en la cabeza. “Quiero Ser Millonario” es irónica, cachonda, con una letra muy original, mientras el bajo golpea muy marcado, como en todo el LP. “El Piloto” y “Hombre Blanco” demuestran lo seguidor que es Jorge del rockabilly primigenio, swing y blues, ya que podían haberse grabado en los 50. “Odio los Pasodobles” y “La Chica del Club de Golf” son de las que te llaman la atención de inmediato, con las primeras escuchas, pero con los años han quedado un poco aparcadas en beneficio de otras canciones mucho mejores.
   Y vamos con los pelotazos del disco: “Soy Un Macarra”, quizá la más famosa del grupo, tiene un riff muy reconocible que se quedará para siempre en tu mente. Es curioso porque casi fue descartada de la grabación final. “Stick de Hockey” es la hostia, muy rápida, sencilla y contundente, que relata cómo un asesino lleva esta herramienta deportiva para cometer sus fechorías. El propio Jorge estuvo años saliendo de marcha con uno. Y dejo para el final “Destruye”, que es otra maravilla llena de rabia que va in crescendo, ideal para acabar conciertos.
   La única pega del plástico está en el sonido y la producción que son muy suaves, sobretodo en las guitarras. “El Último Hombre” o “Stick de Hockey” hubieran sonado casi heavy metal si el tratamiento de las eléctricas no hubiera sido tan melódico. De todos modos, teniendo en cuenta los truños que se grababan en el 84 en España, el álbum es muy limpio, lo que precisamente les quita fuerza respecto a las actuaciones en vivo.
   Pero lo mejor son las letras. Es estos casos muchos pueden pensar que son poéticas, llenas de metáforas, a veces incomprensibles, o de verso poco ágil. Nada más lejos de la realidad. Si algo caracteriza al líder Jorge Martínez es su gran capacidad para componer textos realmente sencillos, de rápida comprensión, pero cuyo mensaje impacta por lo directo y crudo. Esto es lo más meritorio, ya que lo primero que piensas es “¿por qué no se me ha ocurrido a mi?”.
   En resumen, canciones cortas, que entran a la primera, pegadizas, con melodía y no exentas de caña. Es magnífica la manera en la que Jorge deja espacios, consiguiendo que el oyente interprete la obra minuto a minuto. Hay arpegios preciosos, melodías muy marcadas y cambios que encajan a la perfección, consiguiendo un trabajo variado y nada lineal.



WHITESNAKE: 1987

Año: 1987
Género: Heavy Rock


   Me gusta la etapa “blusera”, hard-rockera e incluso “cantautora” de la serpiente de Coverdale, pero adoro el heavy comercial americano de este 1987.
   Descubrí este redondo el primer año de carrera, en 1993. Había leído mucho sobre que era un clásico de los 80 y creo que me decepcionó un poco al principio, o lo esperaba aún mejor. Es increíble cómo algunas canciones entran a la primera y luego te cansas de oírlas, mientras que otras cuesta más que te marquen, pero una vez dentro de ti ya no salen jamás. Así me ocurrió con este disco de Whitesnake, como a mucha otra gente. Las primeras escuchas producían buenas vibraciones pero poco a poco esas impresiones se tradujeron en algo más. Con el tiempo, la mayor parte de las pistas se transformaron en indispensables y me resulta hasta complicado destacar alguna.
   “Is This Love” es una de las baladas más conocidas del trabajo y del grupo, y “Here I Go Again”, un megahit de radiofórmula, con lo bueno y malo que eso representa. Pero ambas son imprescindibles. En mi caso, el segundo, es uno de esos temas que ha marcado situaciones importantes de mi vida, dándome fuerzas para seguir adelante.
   Resalto también la energía que desprenden “Bad Boys” y “Children of the Night”, la melodía no exenta de dureza de “Give Me All Your Love” y “Straight for the Heart”, la profundidad de “Crying in the Rain” o la progresión de una canción tan espectacular como “Still of the Night”, con unos cambios de ritmo y unos violines que me impactaron muchísimo en su momento. Quizá sobresalen menos, no por malas, sino en comparación con el resto, “Don’t Turn Away” y “Looking For Love”, aunque merecen mucho la pena.
   En general, los cortes son heavys, pero edulcorados con unas teclas muy cuidadas y con unas melodías tan pulcras, que se adaptan a cualquier público, de ahí el éxito comercial que cosechó en su momento, con más de 8 millones de copias vendidas solo en EE.UU.
   De la plantilla encargada de la grabación, me quedo sin duda con el líder David Coverdale, que está impecable, con una clase y estilo que ya destilaba en Deep Purple, y unos agudos y feeling que le dan una personalidad tremenda a su voz. También John Sykes es insustituible y sus solos son realmente bellos y con carisma. De hecho, creo que este es de los pocos discos en los que podría tararear todos los solos de guitarra sin temor a equivocarme.  Nunca un escudero fue tan efectivo.
   Y por supuesto, uno no puede obviar los videoclips de la MTV con la mujer del vocalista, la bellísima Tawny Kitaen, que dio un valor añadido a la música de la serpiente blanca. 



DREAM THEATER: Images And Words

Año: 1992
Género: Heavy Rock Progresivo



   Una tarde de mediados-finales de los 90, en la peña de mi pueblo de Burgos, mi amigo Ricardo trajo este disco y dio al “play” en el viejo y destartalado cassette rojo. Los temas estaban desordenados y cuando dio comienzo “Metrópolis Pt.1” no hice mucho caso hasta que llegó el minuto 1:41. Entonces flipé con el riff pesado y potente que ante mí se presentaba. Presté atención al trabajo y no dejé de analizarlo hasta el final. Eran canciones muy largas, de 8, 9, 11 minutos, pero interesantísimas, que no cansaban en absoluto. Acostumbrado a temas cortos, con una estructura básica de letra-estribillo-letra-estribillo-solo-estribillo (salvo alguna excepción como Iron Maiden), aluciné al ver el desarrollo de unas partituras cuya norma era, que no había ninguna norma. Las sucesiones de acordes y cambios de ritmo me dejaron desconcertado, ya que había tanta variedad en una pista, que podían haber compuesto al menos 10 cortes distintos con los riffs que usaban solo para una.
   Desde entonces, empecé a interesarme por el metal progresivo y por bandas como Symphony X, Pagans Mind, o más clásicas como Yes, Camel o Rush, pues todo fue diferente a partir de este LP.
   Además de Metrópolis, maravillas como “Pull Me Under”, “Take The Time” o “Learning to Live” ponen los pelos de punta, descolocan al oyente y te introducen en un universo musical variopinto e ilimitado. Necesitaría varias entradas del blog para explicar todos los detalles de estas composiciones. También me encanta “Surrounded”, cuya apertura me recuerda mucho a “When I See You Smile” de Bad English, y “Under a Glass Moon”, con unas guitarras rítmicas muy pegadizas.
   Cierto es que no todo el mundo aprecia la complejidad de las composiciones de Dream Theater y a mucha gente le resultan aburridos y soporíferos, pero si te gusta la música, en general, sin barreras ni prejuicios (y más si tocas un instrumento), puedes llegar a apreciar la magnificencia de las creaciones de esta banda y verás que es un placer al alcance de muy pocos.
   Los miembros son todos virtuosos, dando muestra de ello en cada solo, ya sea de guitarra (John Petrucci) o teclado (Kevin Moore) o en ambos, porque ¡vaya dúos increíbles que se marcan!. Hasta que escuché esta joya, había instrumentos como la batería que ponía muy por debajo del resto. Desde entonces, seguir mentalmente a Mike Portnoy se convirtió en algo imposible, ya que sorprende su versatilidad en cada compás. Por mucho que el resto de instrumentos hagan lo mismo, él tiene que cambiar y descolocar al oyente.
   Frente a las fronteras, los límites o las sinrazones que nos ponemos, es estupendo encontrar cosas que destruyen esas barreras para hacernos más abiertos y tolerantes.
   Busca un buen momento de tranquilidad, túmbate o siéntate, dispón de unos auriculares de calidad, cierra los ojos y prepárate para viajar al mundo de los sentidos. Cada escucha será más placentera ya que percibirás nuevos y apasionantes detalles.