viernes, 30 de noviembre de 2018

RAREZAS DE MELÓMANOS


   A los que nos gusta mucho la música, nos da por hacer cosas o comportarnos de tal manera, que no coincide con los actos o pensamientos de otras personas, cuyo uso del arte sonoro es casual o sólo ejerce como decorado en sus vidas. Por ejemplo, si estoy oyendo algo en el ordenador, coche o equipo y tengo que cambiar de estancia, apagar el motor o similar, doy al “pause” o paro el reproductor. Una canción o trabajo discográfico merece escucharse hasta el final. Si es la primera vez que disfruto de un disco, no lo pongo conduciendo, trabajando, ni realizando actividades que me exijan emplear mis sentidos en algo que no sea amplificar mis orejas. Si, además, es un grupo o intérprete muy técnico, virtuoso, progresivo y con múltiples particularidades en sus creaciones, intento reservarlo para la hora de acostarme. Conecto los auriculares, cierro los ojos, me relajo e intento empaparme de todos los detalles, aunque a veces eso me impida dormir.

   Aparte de lo mencionado, hago otras “frikadas” de las que no me avergüenzo en absoluto y que paso a confesar:
– Sigo comprando cds, pero eso sí, a precios de risa y muy de vez en cuando. Mi colección de vinilos, cassettes y demás, tiene el honor de ocupar una habitación entera en mi hogar, para disgusto de mi novia y regocijo de ácaros y polvo.
– El momento “canción en la ducha” suelo aderezarlo directamente con música, para que la banda sonora de mi voz no sea el taconeo del agua contra la bañera.

– A veces soy muy fetichista con algunos objetos como púas de guitarra, entradas de conciertos o ediciones especiales de dvds y cds. En ocasiones, trato a estos elementos como auténticos talismanes, creyendo que han absorbido parte de la energía de un ensayo, un directo o de un portador especial. Si no sirven como amuletos, da igual, yo les imprimo esa magia que los eleva a la categoría de fetiches.
– Hoy por hoy, entre mis amigos, rara vez compartimos un vehículo. Siempre que salimos, cada pareja se desplaza en el suyo. Pero recuerdo hace años cuando a alguno le tocaba ser conductor e iba recogiendo al resto de colegas para hacer un viaje, acudir a un evento o salir de marcha. Al llegar la hora de dejar a cada uno en su casa, si había una melodía a medias sonando, el que se bajaba esperaba a que acabase, sobretodo si se estaba produciendo un momento “Bohemian Rhapsody” como en la película El Mundo de Wayne. Hasta que el tema no finalizase, nadie se piraba quedándose con las ganas de escuchar más. Esto también era una forma de alargar el momento, retrasando al máximo la despedida.

Fotograma de la película "El Mundo de Wayne", de Penélope Spheeris (1992)


– Siempre que uso un cd original en el coche, estando en verano, lo saco cuando me bajo del mismo para que no se caliente en exceso y se deteriore, aunque normalmente utilizo soportes regrabables. “¡Qué exagerado!” dirán algunos… Quien viva entre Toledo y Madrid lo entenderá.
– Todas las descargas las tengo ordenadas en carpetas, grabadas en soporte físico y registradas en un archivo alfabético y cronológico, de tal modo que si necesitas que te pase, ya no un disco, sino un corte en concreto, te aseguro que puedo localizarlo en unos segundos. Por suerte, mi memoria es buena en cuestión de fechas y años, y si piensas en Europe te diré “The Final Countdown, 1986”, si te acuerdas de Rick Astley,  “Never Gonna Give You Up, 1987” será la elegida; si no sabes quién interpreta “Jump” a pesar de haberla oído mil veces, te confirmaré que Van Halen en 1984; si mientras conduces te preguntas quién toca “La Grange”, te diré que ZZTop, 1973 y hasta rememoraré otra vez el año 87 para acordarme de la teta que mostró Sabrina en televisión y que marcó a toda una generación con su “Hot Girl”. ¿Cómo olvidarlo?.
– Creo que nunca he bebido de más en un concierto. La música tiene su máxima expresión en directo y me gusta utilizar los sentidos al 100%, percatándome de todos los pormenores del evento, fusionando oído, vista, tacto y corazón. Sentir cómo cientos de almas vibran al unísono, coinciden miradas, se comparten sonrisas y gestos de complicidad, incluso con desconocidos, es algo que no tiene precio… o sí, cada vez más inasumible, pero que merece la pena… ¡vaya si lo merece!.

   Sé que me dejo olvidadas algunas manías más, relacionadas con este tema, puede que por inconfesables, pero creo que por hoy son suficientes. ¿Cuáles tienes tú?.


   Artículo publicado en el blog de Let's Market S.L. el 18 de mayo de 2018.