sábado, 22 de junio de 2019

Entrega de Premios del II CONCURSO NACIONAL DE POESÍA "SUSURROS" 2018


   El domingo 19 de mayo me desplacé hasta Madrid a la muestra Literania 2019, que se desarrollaba en plena Gran Vía, a pocos metros de La Casa del Libro (uno de los motivos por los que me acompañó mi hermana Mária) y demasiado cerca de Primark (lo que contribuyó positivamente para que también se acercara mi novia Susana). En ella se celebraba la entrega de premios del II Concurso Nacional de Poesía Susurros 2018.

   Supongo que llegué demasiado pronto porque, a falta de 15 minutos para el comienzo oficial del evento, no había nadie de la organización en el salón de actos. Así que bajé a la zona acotada para la feria y me puse a preguntar por los puestos hasta que una persona muy amable subió conmigo, pidió disculpas a los asistentes y dijo que los encargados del acto estaban al caer.








   Ya con los conductores de la gala presentes, V. Contreras Vacscom y F.J. Bravo, la ceremonia dio comienzo con un resumen de la historia de la emisora de radio Universo Literario, convocante del certamen. Explicaron también los retrasos, cambios de fecha, cancelaciones y la dificultad de elección de los textos laureados, debido a su calidad, incidiendo en que las menciones de honor tenían el mismo pedigrí que los ganadores.

   Varios autores profesionales (creo que también miembros del jurado del concurso) colaboraron con los directores de la radio: Fernando Cotta Pollo, Andrés Pinar Godoy, Ricardo García Aranda (me enteré posteriormente que es de Toledo, concretamente de Sonseca) y Adolfo Pascual Mendoza, resumieron su actividad literaria y sus intervenciones tuvieron mucha enjundia, gracias a los consejos que nos brindaron:

- Adolfo Pascual nos alentó para no dejar de escribir, ser constantes y perseverantes, sobre todo si uno confía en lo que rubrica. También nos previno para no desanimarnos si lo que más nos gusta no atrae a la gente. Él mismo confesó que lo que más le satisface no está entre lo más vendido y viceversa.

- Ricardo García se refirió al momento íntimo compartido con el placer de la escritura: “A pesar de que, por lo general, escribimos para que otros nos lean, escribir para uno solo es un momento muy especial, ya que muchas cosas nos harán vivir momentos que no queramos compartir con nadie. A veces basta vivir ese instante de felicidad privado, aunque luego esa obra quede abandonada en un cajón”. No puedo estar más de acuerdo.

- Andrés Pinar insistió en la persistencia, el trabajo y en que la inspiración nos pille trabajando, y para ello hay que formarse continuamente, leer sin parar, y todo tipo de géneros, así conseguiremos aprender y depurar para manuscribir de la manera más estética posible.

- Por último, Fernando Cotta, nos animó a avanzar más con humildad que con vanidad. Debemos alimentarnos de todos los géneros y ser muy críticos con nosotros mismos. Nos advirtió sobre no fiarnos solo de los comentarios de los amigos. Cuanto más negativa sea una crítica, más nos puede enseñar. Esto me recordó que la palabra ripio la aprendí gracias a una opinión medio constructiva, medio destructiva, que me brindó un usuario de Internet, tras presentar “Defectos Secundarios” a un concurso de poesía de hace un montón de años. Y gracias a esa palabra, que en su momento desconocía, me inspiré para crear el poema con el que me han dado una Mención de Honor en Susurros 2018.







   Vacscom también nos aconsejó que hay que escuchar todo lo que nos digan pero no hacer caso a todos. Nos puso en alerta frente a los contratos editoriales y ofreció el canal de radio para dar apoyo y asesoramiento.

   La cuentacuentos Pilar Sánchez nos obsequió con una historia destinada a los más pequeños y llegó el momento que más esperábamos: la adjudicación de trofeos.

   La tercera mención de honor no acudió, así que mi plan de comportarme como hicieran otros para no saltarme el “reglamento”, no me salió bien, y fui el primero que salió a la palestra, improvisando dónde me tenía qué colocar y si podía hablar o no. Me cedió el premio Adolfo Pascual y me dijo que me pusiera en contacto con él cuando quiera publicar un poemario. Pensé que “eso se lo dirá a todas”, pero resultó que no, ya que nadie más fue favorecido con esas palabras. Y me encontré con que tenía que leer mi obra. Así lo hice, muy gustoso, pero con la sensación de que acaparaba demasiado tiempo, así que fui muy deprisa, quizá demasiado. Más tarde, Adolfo confirmaría mis dudas, diciendo que tenía que haber sido más pausado, ya que los silencios son tan importantes como las palabras. Con esa sensación de premura, di las gracias en general, sin dedicatorias a nadie, ni hacer más comentarios. Posteriormente, viendo en mi casa la grabación en video, me tranquilizó comprobar que tampoco había estado tan mal.



   Fue en ese momento cuando más eche en falta la ausencia de organización, ya que no supe cómo actuar, aunque luego ya nos diría Vacscom que, igual que en el programa de radio no había guión alguno, esta función no iba a ser menos.

   El resto de agraciados sí comentaron algunas cosas sobre su texto y se explayaron de desigual manera, así que volví a sentir haber salido en primer lugar, no tener referencias previas de otros y la falta de protoloco.

   Sin saber de nuevo donde posicionarme, Adolfo tuvo la gentiliza de dejar su asiento y colocarse conmigo tras la mesa del escenario y debajo de la pantalla donde se proyectaban los nombres de los honrados. Allí irían a parar también el resto de galardonados.

   Varias personas no acudieron a la entrega, pero otras viajaron desde Galicia o Granada.

   Hubo una categoría para menores de 18 años en relatos y otra en poesía (Jóvenes Susurros) y luego la mía de mayores de 18 años (Susurros), en la que no comparecieron dos premiados y la ganadora tenía 21, así que me sentí como un viejo bonsái rodeado de púberes pimpollos.

   Tras expirar la ceremonia, nos hicimos unas fotos y aproveché para felicitar a todos. Me sorprendió una hermosa chica que, de manera muy sincera y espontánea, me dijo algo así como “¡jo!, la tuya ha estado genial”.

 


   Me hubiera gustado quedarme charlando con la gente, sobre todo con los profesionales, pero no quería abusar más de la buena disposición de mis escuderas, así que nos fuimos a tapear y pasar el día por Madrid.

   Al regresar al hogar, compartí la experiencia con mi hija de 3 años, a la que solté “tu eres el mejor premio que me han dado en mi vida”. Noa, con esa maravillosa ingenuidad, me contestó “¡pero si yo no soy ningún premio!”.