Nadie duda del trabajo de los técnicos de sonido, productores y operarios de grabación. En un estudio se puede hacer magia y convertir una melodía nefasta en un hit sonoro, lleno de arreglos y detalles de calidad. Cuestión aparte es la de usar la tecnología partiendo del momento compositivo, pasando por la grabación y llegando hasta el punto final de la producción del tema.
A menudo discuto con amigos sobre si usar un ordenador es válido para elaborar música desde cero. A mi modo de ver, CREAR (con mayúsculas) es visualizar lo que tienes en la mente y trasladarlo a un formato físico, utilizando para ello herramientas, ya sea por ejemplo, sintetizador con bases pregrabadas, guitarra u equipo informático. El avance tecnológico de los últimos años ha cambiado la imagen del muchacho encerrado en su cuarto cantando con una guitarra, sustituyéndola por el chico con su mesa multipistas, grabando al mismo tiempo que compone una canción. Es evidente que lo más meritorio sería registrar todos los instrumentos de un disco ejecutando cada uno de ellos (bajo, batería, guitarras, voz, etc). Lo menos valorado es usar bases, samplers o teclados que con apretar un botón generan melodías, ritmos, acordes, etc. Pero eso también es crear, reconozcámoslo, incluso es más solidario ya que hace que los “no músicos” también puedan plasmar sus ideas, sueños o inspiraciones. El extremo serían los DJ que pinchan o “ponen” música sin influir en ella. Mezclar dos discos con una misma base rítmica no demuestra ninguna valía. Otra cosa es influir en el tempo, acelerar, ralentizar o incluir sonidos o pistas adicionales.
En este tema hay dos corrientes enfrentadas: quien opina que para considerar algo como creativo hay que estar involucrado en todas las fases del proceso (o en las más importantes) y quien cree que cualquier intervención, por mínima que sea, ya se considera ser creativo. Teniendo en cuenta sólo estos polos opuestos, nos encontramos con absurdas y radicales situaciones en las que un tipo con solo pulsar la tecla “play” ya sería músico, DJ, o “pinchadiscos”, o que para ser creativo 100% en la elaboración de una canción el mismo individuo debería componer, ejecutar, grabar y producir todos los instrumentos, llegados al extremo de que incluso tuviera que fabricarlos con sus propias manos.
En el mundo del pop y del rock, está claro que algo de talento hay que tener para componer o ejecutar una canción, pero en estilos como la música disco o electrónica es más complejo detectar quién crea, innova, complementa o mejora una sesión, y quién se limita a tirar del típico “copy-paste”.
En un artículo previo de este blog escrito por el compañero Fernando Fuentes, titulado “Los nuevos chulos del baile”, se quejaba de que la escena electrónica está copada de falsos artistas, “proxenetas sonoros profesionales” y aspirantes a ello. Creo que todo esto es equiparable al resto de estilos musicales, aunque sea más fehaciente en un sector dominado por la tecnología. Ese es el problema: utilizar los avances como medio, como herramienta para canalizar ideas, es totalmente lícito, pero dejar que esos adelantos sustituyan al creador hasta el punto de convertirlo en un autómata cuyo dominio del equipo sea pulsar teclas, copiar, pegar, hacer fundidos, etc., desvirtúa todo el proceso de elaboración, inspiración e inventiva.
Artículo publicado en el blog de Let's Market S.L. el 10 de febrero de 2015.
Artículo publicado en el blog de Let's Market S.L. el 10 de febrero de 2015.
No hay comentarios:
Publicar un comentario