lunes, 27 de junio de 2016

HE TENIDO UN SUEÑO

   Anoche me he enrollado con uno de mis amores platónicos de la infancia. ¡Ay!, ¡perdón!. Voy a reescribir el comienzo de este relato para dar un toque más literario y no parecer cronista rosa de Telecinco: Esta noche he tenido un sueño.
   Es curioso cómo funciona nuestra cabeza mientras dormimos. Llevo años con mi novia, más feliz que nunca y, de repente, en la oscuridad nocturna, me asalta la imagen de aquella chica con la que no soñaba desde hace eones, como si fuera ayer cuando la deseaba más que nada.
   La ficción se desarrollaba en un pueblo veraniego. Quedaba con ella todas las tardes para pasear y había hallado una pequeña colina algo retirada donde se podía disfrutar de una puesta de sol alucinante. El astro rey se arrastraba hacia el horizonte impregnando de fulgor y matices todo el terreno a su paso. Era digno de observar y yo quería compartir aquel descubrimiento con esa chica.
   La encontré en la plaza y fuimos a dar una vuelta por el itinerario habitual para no desvelar la sorpresa. Me sorprendió agarrándome por la cintura. Parecía que era sólo una maniobra para usarme de sustento puesto que había tropezado, pero la mano se quedó ahí. Hice lo propio, colocando mi brazo por encima de su hombro. Aquello prometía ser un ocaso inolvidable. Pero tras esta treta de aproximación, me empujó bruscamente contra la pared de una calle y empezó a besarme de forma frenética. No era lo que esperaba, pero tampoco lo que deseaba. Lejos de excitarme, la situación me incomodaba y me producía cierto rechazo. Mis labios dejaron de acompasar el movimiento de los suyos y la aparté con suavidad:
   - Detente, no lo estropees D…, C…, N… ¡Vaya!, ¡casi se me escapa el nombre de la muchacha!

Portada de Saurom del disco “Sueños” (2015)

   Me había hecho a la idea de ir juntos a aquella colina, esperar el final del verano y que la magia hiciera el resto. Precipitar así los acontecimientos me desbordó. Que no se me malinterprete, siempre me ha gustado que la mujer tome la iniciativa y muchos de los mejores recuerdos que tengo son los primeros besos que ellas me dieron. ¡Pero qué ostias hago dando explicaciones si esto es un sueño!.
   El caso es que aquello me descolocó sobremanera y fue entonces cuando comprobé que no era real. Esa niña no hubiera actuado así nunca y cuando miré a sus ojos con sorpresa me di cuenta sin ninguna duda de que estaba dentro de un sueño. Ya me había pasado en alguna ocasión, pero esta noche fue rotunda. Y tuve tan claro que no estaba viviendo la realidad, que a los pocos segundos de corroborarlo ya estaba abriendo los ojos, convertidos en criaderos de legañas.
   Eran las cinco de la mañana y me quedé un buen rato rememorando lo que aún podía recordar. Tenía ganas de levantarme e inmortalizar todo en un papel para que no se me escapara ningún detalle, pero seguí inerte en la cama, aunque no volví a dormitar.
   Me llama la atención cómo mitificamos los amores de la infancia. Aquello que nunca fue, se muestra como idílico. También podría haber acabado en fracaso, pero como nunca lo sabremos lo encumbramos al altar de los amores irrealizables. 
   Es posible que algún lector se haya quedado con ganas de saber el nombre de la protagonista. Está bien. Lo confesaré:

   Aquella preciosidad se llamaba…