miércoles, 17 de abril de 2013

A LA TERCERA… ¿VA LA DESPEDIDA? (Crónica de un concierto de AC/DC) Parte 4

(Escrito inicial: julio de 2009) (Parte 1 en el post con fecha 7 julio 2011)Ver la Parte 1
                                                 (Parte 2 en el post con fecha 3 agosto 2011) Ver la Parte 2
                                                 (Parte 3 en el post con fecha 22 julio 2012) Ver la Parte 3

   Tiempo después, llegó el resto del grupo desde el hotel con unas botellitas de agua para refrescar la espera que, por cierto, supieron a poco.
   Creo que entramos sobre las seis de la tarde y ya era difícil alcanzar las primeras filas. Sin empujar ni soportar apretones, cogimos sitio a la derecha de la plataforma central en la que aparece Angus por sorpresa (que ya dejó de serlo hace tiempo) durante “Let there be Rock”.
   Al entrar al recinto y observando el pebetero, era inevitable no pensar en las olimpiadas del 92 y, sobretodo, en aquella flecha que inició el evento. Ahora que me he aficionado al tiro con arco me doy cuenta de la dificultad de aquel disparo, aunque parece ser que no llegó a dar en el blanco: bastó con pasar por encima de la antorcha para que una cortina de gas hiciera el resto. ¿Dónde cayó entonces el dardo flamígero?. Aun así, era una parábola muy, muy complicada y salió a la primera, por suerte.


   El escenario de esta gira era descomunal: estaba coronado con unas gorras cornudas en cada extremo sobre las torres de amplis; tenía una pasarela en medio del escenario para que se desahogue Angus, detalles de engranajes mecánicos y una gran pantalla central.
   No sé si he asistido alguna vez a un concierto tan multitudinario (62.000 espectadores, fuente: www.elperiódico.com) y con ese despliegue, aunque a la postre, me quedo con el espectáculo de aquel “No Bull” en la plaza de toros de Las Ventas en 1996.
   Como éxito del merchandising “acedeciano” podían observarse diademas con cuernos luminosos intermitentes que, una vez caída la noche, crearon un efecto muy chulo, como de miles de demonios con ojillos rojos.
   Llegamos con mucho tiempo de antelación y, además, había dos teloneros, por lo que faltaban varias horas para que AC/DC hicieran acto de presencia. Pudimos estar sentados solo un rato, porque la afluencia de gente hizo que nos pusiéramos de pie para preocupación de nuestros riñones. Aliviar la vejiga fue labor complicada que todos realizamos antes de la descarga de los australianos, en mi caso dos veces, ya que estaba bastante nervioso, como una joven teenager ante Elvis. Se tardaba un rato largo en sortear a tanta gente, llegar a los baños y volver. Por eso repugnaba ver a unos cuantos guarros mear en cualquier esquina, incluso uno pretendía hacerlo de pie alrededor de toda la aglomeración, teniendo José Ángel que mandarle a paseo para que no le salpicara. Cosas de los conciertos, entre miles de personas siempre hay unos cuantos maleducados que te hacen sentir pena por pertenecer al género humano.
   Lo bueno es que encuentras diversidad de edades, estilos y vestimentas variopintas: heavies, rockeros, público normal y corriente, carrozas, críos y hasta familias con los hijos, y todos con la equipación de AC/DC (camiseta, bandera y diadema con cuernos incluida).
   A mi lado había una pareja de chavales muy jóvenes que me trasladaron por un momento al pasado. Irradiaban ilusión en el rostro y brillo en los ojos, la misma sensación que tuve yo hace ya trece años, cuando disfruté de esta gran banda en la gira del “Ballbreaker”.
   Se hizo muy larga la espera, demasiadas horas de pie tras un fin de semana de turismo. Las actuaciones de los dos teloneros, primero Lilith y después The Answer, no quitaron de mi espalda y riñones el peso que estaban soportando. No les presté mucha atención pero es que, en un momento así, es imposible atender a algo que no sea la guitarra de Angus, los riffs de Malcolm o los rasgueos vocales de Brian. El bajo de Cliff nunca destacó mucho y Phil Rudd creo que es un soso tremendo encima de una batería (más simple que el mecanismo de un botijo). Por eso cuando leí que el gran Chris Slade iba a sustituirle en esta parte final de la gira, mis oídos sonrieron y es que su potente pegada, su carisma, imagen y su lengua fuera mientras golpea los parches, vale mil veces más que la mecánica robótica de Phil. Estaba a unos minutos de comprobar que esa información era incorrecta.
   Continuará...
   Ver Parte 5