(Escrito inicial: julio de 2009) (Parte 1 en el post con fecha 7 julio 2011)Ver la Parte 1
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“Let There Be Rock” sí fue ejecutada como
debía, y eso que es cañerísima, pero ya era difícil quitarme esa sensación de
desencanto que tenía en el cuerpo. Por las pantallas se hacía un repaso en
imágenes a la discografía del grupo mientras Angus aparecía por “sorpresa” en
la plataforma elevadora que teníamos a la izquierda. Allí estuvo un buen rato
“improvisando” lo de siempre. Aquello que en su momento me impresionaba, hoy
resalta por sus carencias, pero la multitud disfrutaba a lo grande sin analizar
los rasgueos típicos, las convulsiones y los espasmos en el suelo. Quizá
debería haberme tomado el espectáculo menos en serio, sin comparar la banda con
giras anteriores y teniendo más en cuenta su edad. De todos modos, la entrega
de este hombrecillo en cada concierto es de admirar porque sigue andando el
camino de Santiago en cada show, sin darse un respiro en las dos horas que dura
la descarga. Privado de su camisa, inclinado cual cheposo sobre su guitarra,
con una calvicie más que incipiente y con los pelos lacios y sudorosos cayendo
sobre su cara, José Ángel se percató del tremendo parecido de Angus con el
Gollum de Tolkien, lo que suscitó alegres carcajadas, pero no sonoras por falta
de vatios en nuestras gargantas.
Acabó el solo con lluvia de papeles y
confetis. Qué pena que no fueran billetes de “Moneytalks”.
Se despidieron para volver poco tiempo
después, con un Brian uniformado con la camiseta del Fútbol Club Barcelona y para
darnos unos bises realmente cortos: sólo dos canciones, “Highway to Hell” y
“For Those About to Rock”, cuyos cañonazos ponían punto y final a un show
espectacular. Visto lo visto, sabía que no ejecutarían el final acelerado del
Monsters of Rock de Donington de su disco "Live", pero los disparos y fuegos artificiales crearon un
fin de fiesta por todo lo alto.
Reconozco que me invadía una sensación de
decepción enorme: la edad de los miembros, giras anteriores, el repertorio con
mínimos cambios, los temas ralentizados, pesaban demasiado a la hora de formarme
una opinión objetiva del evento. Parece que los demás estaban bastante satisfechos,
pero había unanimidad en lo de que “los años no pasan en balde”. Aun así, fuera
del recinto escuché varias veces lo de “están en forma a pesar de la edad”.
Las dos horas de espectáculo fueron
previsibles hasta en el último detalle, pero no por eso dejé de saborear su
contenido. Pasa como con las buenas cervezas, que no sorprenden a tu paladar y
por eso las bebes, porque sabes lo que te vas a encontrar.
Compramos unos bocadillos para mitigar la
gusa y los devoramos sentados en la grada mientras veíamos como fluían los ríos
de seres cornudos a través de las salidas. Un auténtico ejército de mujeres de
la limpieza comenzaba la afanosa labor de hacer desaparecer el mar de plástico
que se vislumbraba en el foso, ya casi desierto.
El éxodo de Montjuic fue lento y tedioso,
pero lo fue mucho más la búsqueda de un lugar donde poder beber y comer algo. Caminamos
de un lado a otro, probando suerte en muchos garitos que nos daban con la
puerta en las narices y, como nosotros, muchos más rockeros que no entendían
cómo un domingo, a pesar de la hora, los hosteleros no habían previsto que miles de personas estarían tras el concierto deseosas de consumir. La
salvación fue una pequeña tienda-supermercado de las de “24 horas” que se llenó
de heavies para hacer acopio de agua, refrescos, bollos, chuches, etc.
Tras saciar nuestros instintos más básicos y
pasito a pasito, seguimos hacia el hotel. Labor igual de complicada era
encontrar un bar donde tomar unas jarras y escuchar buena música, pero preguntando por
aquí y por allá, y siguiendo a algunos rockeros despistados, llegamos al “Valhalla” (en la calle Tallers 68, al lado de la
Plaza de Cataluña) es decir, muy cerca de nuestro hotel. El lugar estaba bastante chulo y era muy grande, aunque a esas
horas estaba repleto. Pudimos sentarnos y pedir varias jarras de cerveza. Nos
situamos al fondo del local, junto a una pantalla donde proyectaban, cómo no,
videos de AC/DC. Permanecimos hasta que cerraron el bar, sobre las cuatro de la
mañana. Al salir me fijé en la cara de un chico que me sonaba bastante y, tras
avisar a Ricardo y Jose Ángel, resultó que era un amigo de Bilbao de Borja
(hermano de este último). Casualidades de la vida.
Continuará... y terminará. Ver Parte 7
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